lunes, 31 de mayo de 2010
La Revolución cubana es antifranquista y sabe renovarse
Por prccanarias
Enrique Ubieta Gómez
Hacer que todos lo repitan; todos los medios de prensa, los que valen en el conteo: los de tiradas e intereses millonarios. Que todos los políticos del sistema lo repitan, los que compran los colores del frac electoral en el Corte Inglés; los hay negros, azules, rosados, amarillos, verdes. Que todos los artistas que alguna vez compusieron canciones de protesta contra el mercado, pero el mercado las vendió bien, lo repitan. Que todos los intelectuales que arrastran sus resabios, sus historias, sus vergüenzas, los que aspiran a que los nuevos dioses perdonen sus pecados de juventud y los tomen en cuenta, lo repitan.
Que lo repitan: la Revolución cubana está en su fase final. Si todos lo dicen, puede que sea verdad. Puede que esas voces acaben convirtiendo en realidad el conjuro mágico. Los pueblos fueron enseñados a creer. Una imagen verosímil y falsa de CNN no se discute; un razonamiento enjundioso, con ejemplos y estadísticas, sí. Por eso Fidel aclaró en los primeros años de la Revolución: no les pido que crean, les pido que lean. Y hoy el país cuenta con un millón de profesionales en sus calles y campos. Frente a ese “todos” de señoritos y señoritas repetidores, hay otro mucho mayor, que aprendió a pensar. Hay, habrá Revolución cubana para siempre. Una Revolución antifranquista, anticapitalista, que sabe renovarse, y renacer.
Los repetidores que visten de frac rosado siguen las normativas políticamente correctas que –sin ánimo de lucro y con absoluto desinterés–, preparó la derecha para la izquierda. Han aprendido con rapidez esas frases bonitas, deshuesadas, que la derecha recomienda para diálogos de adultos civilizados. En el manual está muy claro: no existe derecha e izquierda, sino democracia burguesa y totalitarismo. Donde no hay democracia burguesa, hay totalitarismo, y viceversa. De repente, es posible hallar en un mismo listado a los representantes y voceros de la ultra derecha, y a los etéreos señores de la “izquierda” burguesa. En Miami desfilan juntos, sin complejos, los circunspectos intelectuales de la contrarrevolución ilustrada, y Posada Carriles, el hombre que preparó el atentado al avión de Cubana de Aviación –y que ocasionó la muerte de 73 personas–, todos vestidos de blanco, como las Damas de la Televisión Española, a las que pagan bochornosas mensualidades.
En la Península se juntan sin reparos, intelectuales orgánicos del imperialismo, como Mario Vargas Llosa –con mucho talento como escritor de obras de ficción, y escasa cultura política–, con directores de cine presuntamente liberales, como Pedro Almodóvar, para condenar a Cuba, el más antiguo reducto occidental de la esperanza. Se juntan los herederos de Franco, y los hijos de los muertos de Franco, para reivindicar una supuesta transición que preparó Franco. Sin saberlo, o sabiéndolo, qué importa, quieren que Cuba transite hacia el franquismo “democrático” que existe en España. Entre los firmantes, habrá algún ingenuo, algún despistado, pero la historia no lo perdonará.
No es la primera vez que firman juntos. Aunque ninguno tuvo el coraje –ni Imanol Arias, ni Rosa Montero–, para debatir sus razones en el panel del programa de televisión “59 Segundos”, de cara a su público y delante de sus oponentes. Y sé que fueron requeridos. En términos literarios, la diferencia entre Moragas y Vargas Llosa es abismal; en términos políticos, no existe. ¿Los que se llaman aún a sí mismos “de izquierda” son capaces de asociarse a Moragas, a Rajoy, a Franco? ¿Pueden coincidir con los más recalcitrantes derechistas en la interpretación burguesa del concepto de democracia? No importa que se adopten posturas liberales o de izquierda en cuestiones periféricas: si usted comparte con la derecha su concepto de que el capitalismo es el único camino posible para la Humanidad, usted es un hombre o una mujer de derechas.
En España se transitó, sí, del franquismo dictatorial, fascista, al franquismo “democrático” –de la misma manera que en Chile el pinochetismo se trasmutó y adoptó nuevas formas de gobierno–, ¿o es que alguien piensa que el franquismo es una cuestión de formas (estructuras de gobierno) y no de esencias económicas? Que se vislumbre la posibilidad real de un triunfo electoral de los comunistas y ya se verá cómo regresa de inmediato el fantasma –mejor dicho, el cuerpo–, de Franco o de Pinochet. Si alguna utilidad tienen esos listados como el que ahora pretende construir una Plataforma a favor del franquismo español en Cuba, es identificar la verdadera ubicación de los firmantes, esos que aprendieron a esconderse tras las palabras. ¿Se unen los intelectuales orgánicos de la derecha? Aprendamos la lección. Sepamos unirnos los intelectuales de izquierda.
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